jueves, 3 de julio de 2014

Leñador o lobo

"¡Se han acabado las frambuesas!", le digo dulcemente desde la cocina.
-hay que cuidar de las maneras como de la madera-
Sé que le asusta la idea de adentrarse en el bosque; no le gusta pensar que, en algún momento,
pueda soltarle la mano para alcanzar algunas bayas que están casi a la altura del humo de la chimenea.
Aunque ella intenta no despistarse, se pierde, deambula y el viento me la roba.
Yo siempre le digo: "Si alguna de estas noches no pudieras estar conmigo para tomar
la taza de té de las once y media, no te des por perdida; confío en que, entre la espesura del verde
noche y el rojo ardiente de la caperuza de tu corazón puedas salvarte de los ojos de los búhos"
Pero yo sé que ella prefiere jugar a convertir sus latidos en campanadas que toquen las doce,
y eso me apasiona, porque aunque se enfríe el té, aunque haga frío fuera de nuestras cuatro paredes, podré encontrarla todas las noches en que ella se sienta aturdida.

Concesivas

Los hoteles de cuatro estrellas:
golosinas esperando a los indecisos
y a los pies cansados.

Se vierte el agua de la botella y se moja el asiento del coche;
deje usted que se empape también
la retina de su hijo

               y que nunca se seque.