23 de abril
Infinitivo. Escribir,
Y, si escribo todos los días…
Si escribo en todos los pétalos
Si escribo en cada espina,
entonces, te escribo. Y
no te olvido.
No hablar en infinitivo más que para esconder
aquello que no puedo haber hecho; dibujar
más letras en tu papel, ahora te quemas
ardiendo y hundido en mi taza de té.
No sé.
No sé qué es la literatura.
Aunque el diccionario y las libretas son ternura,
me asusta lo preciso y me ciega la luz de bombilla
pues las letras son sol, son días, son vainilla.
Tiene, un libro, sabor a lo que quieras;
te deja elegir, la imaginación, el aroma que anhelas
te deja escoger, la libertad, si no le niegas
escapar.
No sé definir literatura pero puedo
jurar que sin un libro en mano yo
no puedo hacer amago
de seguir creyendo
de seguir oyendo, oyéndote suspirar
a la vez que dejas de llamar
a mi puerta cada noche
a mi ventana del coche, en cada madrugada
desolada.
Intento poner palabra a lo que grita mi
corazón. Cierto, no lo percibes, es tu pecho
quien lo recibe.
Mis versos no están, palabra, a la altura de tus besos,
Mis rocas no están a la altura de tu boca.
Las hojas de los libros no pasan tan rápido como
las tardes de invierno.
Ellas se detienen. Ellas te retienen.
…
¿Quiere la prosa aprender a acariciar corazones?, se preguntan las
rimas, arrugadas.
Mientras, la tinta intenta no desbordarse, pero el movimiento de
diástole vuelve a hacerla más líquida. Ella no es fuerte.
No es fuerte, pero tiene suerte.
Suerte de ganar en la batalla naval del río de la sangre el bolígrafo,
suerte de apreciar lo puro de la mina del lapicero, del primero.
Como el colosal Coliseo que te invita
a no abandonar. Y es que
la electricidad no puede mecerla en sus secos brazos
-Ansío la Luz. Busco tu voz en el cajón-
mas lo artificial resbala en lo fino del corazón
y no cabe entre los suspiros de un abrazo.
La poesía cuida de tus trazos.