Aquel día en que la Biología y la Genética hicieron de las suyas sin que yo, aún sin voz, pudiera darles las gracias, no estaba muy lejos de aquel otro en que descubrí que los sonidos -también las letras y los ojos grandes- me hacían enloquecer mucho más que cualquier parque con columpios, me trataban como un enamorado celoso que cuida el papel en que le han escrito una carta. La esencia del semitono ya me había tocado un trocito de vida, ya estaba aquella pequeña inquieta en brazos de la polifonía, presa y libre a la vez.
Después llegaron las primeras instrucciones sobre cómo ese supuesto remolino de mordentes, de azúcar en la voz y en las muñecas iba a llevarnos a la cima, y fue entonces cuando empezaron a intentar -en vano- sostenerme en la red de los que piensan que sólo con metrónomo funciona el Arte, si bien no creía en los lazos sueltos ni en las sonrisas falsas.
Mi padre convertía la cocina en una sala de conciertos, mi madre y mi hermana daban aliento al pobre fuego de la chimenea. En mi sala del violín, mi segundo dormitorio, pasé menos horas de la cuenta, y Ella me lo cobraba caro: me hacía llorar y me empujaba hacia el abismo, pero me regalaba, después del conflicto, el clímax, para que la perdonase o quizás para que me enamorase de Ella cada vez más.
Así, fui creciendo...Disminuyendo en prejuicios, trinando las pasiones, mordiéndome la lengua, fue avanzando mi infancia hasta toparse con la Verdad; me amenazaba y seducía entonces el rubato, el misterio entero de la sinfonía.
¡Yo la quería! Me daba otra visión sobre Kant, sobre el café de Sartre, me coloreaba la Revolución Francesa de azul y la americana de rojo coral, me convertía en cine lo que tan solo eran caprichos...
"No la abandones", "no la dejes", "tienes un don", me decían Machado y Juan Ramón Jiménez. Chopin y Beethoven me miraban fijamente desde los cuadros en que, encima del piano, viven sin estar realmente muertos.
Llegó el momento y había niebla; supe al instante de quién eran las manos que me llevaban al futuro con que siempre había estado soñando. Quizás esas manos no fueron tuyas en su mayoría, pero es posible que tú fueras toda esa niebla. Fuiste amor, fuiste familia, tardes de cualquier calibre, besos de todos los sabores. Eres todos los países europeos, todos los poemas, el viento que me da en la cara, eres magia, eres mía.
Eres cada pequeño cristal en que se rompen los corazones que tú misma partes pero que también reparas. Eres, de raíz y tacto, la forma más loca del Arte.
Música.