No sabemos
si el té de melocotón
combina con el guiso de ternera,
si el azul a cuadros
se lleva bien con las gabardinas.
No sabemos si abrimos bien un día
hasta que alguien nos abre una puerta,
o si cerramos bien una madrugada
a menos que un beso nos cierre el puño,
o si hemos olvidado
el verdadero significado de las palabras...
Tampoco sabemos
cambiar de hoja
cuando el café nos mancha unas líneas,
ni coger a Diciembre de la mano
para que, por fin, sea un niño mayor.
No sabemos
a qué sabemos,
pero lo que podemos afirmar
es que hay dedos y hay momentos
que nos rozan la piel muerta
y la hacen resucitar ante nuestros ojos.
Eso nos encanta.
Siempre nos ha encantado.
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