Empiezo por las puntas quemadas
de los mechones negro sucio
de la mujer que pasa por debajo de mi balcón
-aún con candado-
en este domingo de distancias,
para intentar acabar
con este foco de luz de flexo
que me abduce sin ganas,
y que teme, a su vez, que gane
la batalla
de no saber si se ha perdido o se ha ganado
la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario