Hoy huele a septiembre
pero esta bruma ya no me mata.
Las vallas publicitarias me dan calor,
la falsa locura ha intentado seducirme más de mil veces,
los ojos sin brillo no me asustan y creo a ciegas
en las verdades del mediodía.
Tras cuatro años viviendo esta misma noche,
aunque crezca mi confianza,
sigo encerrada entre estas cuatro paredes a modo de preguntas
retóricas:
¿Quién quiere enamorarse teniendo el fuego
en la puerta de casa?
¿Duele más sangrar mil litros de miedo
o coserse el corazón sin anestesia?
¿Se llaman casualidades o lo llamamos cansancio?
¿Qué es lo que hago mal
cuando estoy entre sus brazos?
Hoy huele a septiembre
pero esta bruma ya no me mata.
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