domingo, 29 de junio de 2014

Enero

                                                    
    Domingo de invierno. Su despertador  suena muy temprano. Parece  que quisiera que el frío matutino no dejara nunca de llevarle al mundo de sus relatos.
   Sus domingos saben a crema de verduras.
  “¿Y si la ilusión se cansara de acompañarme…?”
   Ensimismado, enamorado  de sus historias, tropieza con el pesimismo y cae su corazón a la olla donde cuece a fuego lento el calabacín.
   Las cuatro en punto. Su corazón sigue hirviendo ante los ojos de su dueño. Pero a fuego lento jamás acabará calcinado.

  Eso quería él: calor suave para mañanas donde el frío no se preocupa por la vida. Aire respirable en aquel apartamento asfixiante; la desoladora historia del canario soprano ahogándose en el plástico de una jaula.

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