sábado, 28 de noviembre de 2015

N

10:23. 9 grados. 10:23. 9 grados.
La niebla envuelve a lo que aún no tiene cuerpo y nos hace creer que la melancolía nos ayudará a reforzar esas partes de nuestras vidas que siguen en el aire, amorfas pero latentes.
Él sabía bien de lo que hablaba.
Si me gusta la niebla no es solo porque esté horriblemente loca por las metáforas unamunianas, ni tampoco porque sea la nostalgia mi sentimiento preferido de entre los mil que quiero expulsar ahora de mi estómago. Si me gusta la niebla es porque se mete por todas las rendijas: todo lo ve, todo lo siente, todo lo aclara, todo lo enturbia a la vez. Me gusta cuando cabe entre los números del reloj digital de un autobús, porque entonces la veo, ahí, invisible. Veo cómo intenta esconderse sin éxito alguno.
11:52. 16 grados.
Mis canciones favoritas son las que imitan a la niebla y se meten entre las agujas de tu calendario. La música sabe bien de lo que hablo. Niebla particular, ella: conoce mis secretos, me busca las cosquillas.
Pero no podrá, no. No podrá conmigo.
A menos que venga desnuda.

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