viernes, 20 de noviembre de 2015

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Toda ventana ha aprendido a soplar
para calmar sus celos.
Los cuartos donde lo hicimos nosotros
cuidan de los libros ahora.
Pierden la vida las motas de polvo,
única realidad física de un encuentro asqueroso
a la luz del día.
Cuántas notas mueren ahora también entre mis dedos
apelmazadas, como hojas de papel mojado.
Pero
nunca tuya la luz
nunca nuestras las notas.
Cuánta razón tenían aquellos poemas,
que jugaban a ser policías
en pueblos donde no existían los criminales.
Cuánta razón.
O razón, o vida.
Ventana, razón.
Luz, cristal, ventana.
Pero
nunca tuya la luz
nunca nuestras las notas.

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