miércoles, 27 de agosto de 2014

Alma

Pueden pensar que me paso las noches enteras
esperando a que algunos grandes del juego de las letras
o de las corcheas y las fusas
- Shakespeare, Juan Ramón Jiménez, Goethe;
Chopin, Tchaikovsky o Granados-
me encuentren tirada en el suelo frío
y me hagan publicar en alguna red social que sus obras me salvan la vida.

Pueden, pero no deben confundir los términos,
pues de la Vida nadie nos salva ni queramos que nos salve nadie.
Pueden sacarnos del pozo del tedio,
de la amargura,
de la mala educación (desde el punto de vista de un niño
que come chocolate a todas horas),
pero no pueden rescatarnos de la Vida ni de la Muerte.

Son la Vida y la Muerte las que nos salvan a nosotros desde el fondo,
y es lo Infinito, lo Absoluto, el escalón más alto de lo Auténtico
que podemos alcanzar cuando aún respiramos y olemos,
el que nos ha dado este cuerpo cual máquina imperfecta
que a su vez nos ha dado todo.

Menos la Vida misma.

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