lunes, 25 de agosto de 2014

Menos sonata que soneto

Mi garganta pedía tu voz, luna.
¿Quién no ha querido beber de tu miel?
¿Quién no ha sabido rogarle a tu piel?
Eternidad y efímero, la bruma.

La sinestesia esta noche es oscura;
se esconde para dejar de ser fiel,
quiere ocultarse gracias a sus pies
-el collar de plata aun siendo pura-.

Cuando el calor de tu cuna te azote
en las noches que no sean calurosas,
suelta el abrigo, el dinero y los botes.

Manos viejas, trabajadas, sedosas:
Nunca un cayado de madera y oro
se pareció tanto a un cetro de diosa.

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