Mi garganta pedía tu voz, luna.
¿Quién no ha querido beber de tu miel?
¿Quién no ha sabido rogarle a tu piel?
Eternidad y efímero, la bruma.
La sinestesia esta noche es oscura;
se esconde para dejar de ser fiel,
quiere ocultarse gracias a sus pies
-el collar de plata aun siendo pura-.
Cuando el calor de tu cuna te azote
en las noches que no sean calurosas,
suelta el abrigo, el dinero y los botes.
Manos viejas, trabajadas, sedosas:
Nunca un cayado de madera y oro
se pareció tanto a un cetro de diosa.
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