Entre las sogas rectas del reloj
se desliza la mente de un recién nacido,
resbala el cuerpo de una veinteañera
y circulan los ojos de un adulto adormilado.
Ni el que supo con química enamorar
a la dama de sus pesadillas
podrá jamás
hacer un nuevo infinito
entre las garras del vicio
que es el tiempo.
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