Las horas en que nadie existe
las escoge mi lado gris
para cambiar mi cara:
me arrastra el papel hacia el paseo
con la correa inventada de la soledad:
vamos juntos afuera.
Los ojos negros
que viven tras las ventanas
de esas cocinas
donde chilla el aceite marrón,
gritan en hojalata
sueltan la basura
como una venganza.
El misterio sucio de sus noches
querría atarme a sus camas,
amarrarme a los labios
más afilados de la tribu.
Me atraviesan entonces con la mirada,
me alzan la mano, me enfrentan a un cuchillo.
Como si no pudieran
con su sueño oscuro
adivinar
que si estoy sola
es porque también lo soy:
de ojos negros,
marginal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario